Miley Cyrus |
Testigo
José Antonio Aybar F.
aybarjo@gmail.com /@testigo
Ahora que pasó la alharaca, el río volvió a su cauce y las aguas a su nivel, no "lloveríamos" sobre mojado si ponemos puntos en íes dispersas, para aclarar la oscuridad por donde mansos y cimarrones se dejaron llevar, mientras Miley Cyrus continúa sumando aditamentos sensuales y sexuales a su millonaria gira mundial.
En tanto, los defensores anónimos en el círculo amistoso del empresario artístico Saymon Díaz pedían la horca para el presidente de la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y Radiofonía (CNEPR), J.M Hidalgo, no reparaban en la realidad de un concierto tan anónimo como ellos.
Y a pesar de la reacción tardía de Díaz, quien “acogió” la reiteración de la CNEPR, de que el show del álter ego de Hanna Montana no debe (que no es lo mismo puede) ser presentado en República Dominicana, país tercermundista en el que nos encontramos a quienes con la mano izquierda, en posición de megáfono, piden respeto a la Constitución, a la libertad de prensa y la libre expresión y difusión del pensamiento, mientras con la derecha tapan la boca de quienes les llevan la contra.
Los más osados sugieren componendas para salvaguardar una reputación, bien ganada, que no en esta ocasión en que la publicidad no surtió el efecto buscado.
Y se pregunta, con sobradas razones, por qué si desde el 4 de agosto el empresario tenía en su poder la documentación, esperó el vencimiento del tiempo reglamentario para apelar la decisión que le puso el traje de hazmerreír a nuestro país.
Saymon Díaz prometió devolver el dinero a los adquirientes de boletas, hasta la fecha, lo que podría arrojar la cantidad real vendida. ¿Qué al final no es relevante? ¿Quién dijo que no?
Con esta decisión no ganó nadie, hemos perdido todos.
Es cierto que debemos apostar a la regulación más que a la prohibición y eso deben saberlo quienes, con fuerza jurídica o no, tienen en sus manos la potestad para hacerlo.
Que esos instrumentos fueron creados para poner orden y no para hacernos quedar en ridículo ante los ojos del mundo.
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