Alicia García de Francisco.
Redacción Cultura, (EFE).- Sid y sus amigos regresan a la gran pantalla en la cuarta parte de una de las sagas más longevas de la animación, "Ice Age", y lo hacen con una historia refrescante y con buenos gags, pero a la que le falta arriesgarse para llegar a revolucionar como sí lo hizo la primera entrega.
Mike Thurmeier repite como director, en este caso junto a Steve Martino, para poner en pie una nueva aventura prehistórica, en esta ocasión "Continental Drift", una suerte de homenaje al arca de Noé y a la salvación de animales que llega mañana a las pantallas de todo el mundo.
La película empieza, como es habitual, con la ardilla Scrat y su obsesión con las avellanas, que en este caso le llevan a provocar la ruptura de la tierra en continentes.
Una transformación que viven el perezoso Sid y sus amigos, que se ven separados por las grietas y fallas que se van formando y que dan salida a un viaje de reencuentro en el que se verán amenazados por una temible y variopinta banda de piratas, que sustituyen a los dinosaurios como los malos de esta entrega.
Una aventura en la que la familia de mamuts son los protagonistas, acompañados de Sid y de su impagable abuela, el personaje más divertido de la película.
La pareja de zarigüeyas Crash y Eddie también aportan surrealistas toques de humor que equilibran así la historia un tanto melosa de los mamuts y de Diego, el tigre de los dientes de sable que, en esta entrega, se enamora.
Un grupo de personajes entretenido y variado, que protagonizan una historia divertida a ratos, con un punto tierno y una hábil mezcla de aventura, comedia y sentimentalismo.
Pero que no ofrece nada nuevo respecto a las entregas anteriores de esta saga, que con la primera sorprendió a todos por su frescura y su originalidad.
Pese a todo, "Ice Age: Continental Drift" es un estupendo espectáculo con el que disfrutarán tanto adultos sin complejos como los más pequeños, encantados de volver a ver a algunos de sus personajes favoritos.
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