Hannah Jones espera llegar a Navidad y celebrarla con sus padres y tres hermanos; los médicos le dan seis meses de vida, pero su salud puede deteriorarse antes gravemente. Seguir Leyendo...
A sus 13 años tiene decidido no ser sometida a un trasplante de corazón, que podía alargarle la vida, pero también reactivar la leucemia de la que fue tratada cuando tenía 5 años y que le ha dejado problemas cardiacos que requieren frecuentes cuidados.
Su decisión, tomada el año pasado, cuando Hannah tenía 12 años, y avalada por sus padres, ha sido reconocida finalmente por los médicos, que han retirado de los tribunales un requerimiento para forzar a la niña a un trasplante y, si para ello fuera necesario, privar a los padres de la potestad sobre su hija.
La quimioterapia recibida años atrás le dejó a Hannah como secuela un orificio en el corazón, y a medida que su cuerpo ha crecido los problemas cardiacos se han multiplicado, de forma que el trasplante se hace necesario.
Además del propio riesgo de la operación, en el caso de Hannah se junta el hecho de que el proceso debilitaría su sistema inmunológico y las medicinas que debiera tomar para evitar el rechazo del nuevo órgano podrían provocarle la reaparición de la leucemia.
Una decisión «libre»
Después de varias consultas con los médicos sobre su estado de salud y los riesgos que conlleva el trasplante que se le ha ofrecido, Hannah decidió no someterse a la operación y optó por afrontar el tiempo que le quede de vida sin tener que pasar por ningún tratamiento agresivo, cansada de haber tenido que ingresar en el hospital tantas veces ya en su vida.
«He estado en el hospital demasiadas veces», manifestó ayer en Sky News, «y he tenido demasiado trauma; no ha habido ningún mes o año que no haya tenido que ir allí para recibir algún tratamiento médico. No quiero someterme a ninguna operación más. Esta es mi decisión que he tomado libremente». Es la mayor de cuatro hermanos; le siguen en edad Oliver, de 11; Lucy, de 10, y Phoebe, de 4, los tres sanos.
Su madre, Kirsty, que es enfermera de cuidados intensivos, y su padre, Andrew, auditor de profesión, le apoyaron en la decisión. Esa actitud de la familia pareció sobre el papel poco propia de quienes más que nadie debieran estar luchando por cualquier resquicio de vida para su hija, y un médico del centro de atención primaria no familiarizado con el caso alertó a los servicios de protección infantil para que retiraran la potestad a los padres, si no aceptaban llevar a su hija al hospital de Hereford para el trasplante.
Los trámites, paralizados
Ese centro fue el que finalmente inició en febrero los trámites ante los tribunales para forzar la intervención de Hannah, que ahora acaban de ser paralizados. Tras una entrevista de los servicios sociales con la niña, en la que ésta les convenció de la madurez de su decisión, la denuncia fue retirada. En los procedimientos preliminares, los jueces consideraron que la niña tenía edad y conocimiento para decidir.
Según el padre, «es escandaloso que gente del hospital pudiera pensar que no tuviéramos presente el mayor bien para nuestra hija. Hannah ha pasado ya bastante y es vergozoso que hubiera tenido que soportar el estrés añadido de un proceso en los tribunales o ser forzada a ingresar en el hospital. Nos sentimos orgullosos de su decisión», dijo.
La madre asegura que la familia «lloraba pensando que se iban a llevar a Hannah de casa contra su consentimiento». «Nos dijeron que si no la llevábamos nosotros al hospital para que pudieran hacerle el trasplante de corazón, vendría la Policía y se la llevarían a ella», señaló Kirsty Jones. (www.elmundo.es)
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