A veces pensamos tener la coraza suficiente para soportar los embates de la vida, pero de pronto ocurre un acontecimiento que nos estremece haciéndonos ver que la realidad es otra.
Desde hace unos diez días nos hemos apartado de Testigo y hemos recibido críticas a través de nuestro email, llamándonos la atención por ese "descuido" imperdonable.
Nuestra madre, María Consuelo Félix, enviudó en octubre de 1980, nueve días después de yo haber cumplido un año más de vida. El fallecimiento de nuestro progenitor, Alfredo Aybar Muñoz, fue un golpe demoledor para nosotros, pero nuestra madre, una ama de casa que tuvo que encaminar a siete hijos (dos hembras y cinco varones) con la paciencia y el sacrificio de una cabeza de familia clase media (división que verdaderamente existía en esa década), nos levantó con fé y gallardía.
Nuestra madre nos preparó para saber vivir en una sociedad de sobrevivencia como la dominicana y lo consiguió con creces. Levantó una familia íntegra y de sólidos valores morales.
Nos preparó para todo. Pero, la mañana del lunes 11 de agosto nos demostró que en realidad no estábamos preparados para verla caer, cuando una trombosis nos hizo ver a todos que no somos todo lo fuerte que pensábamos para saber enfrentar la enfermedad de un ser tan querido y amado.
Hoy, gracias a Dios, nuestra madre ha mejorado, dentro de su cuadro clínico, nunca perdió la memoría y cuando la vemos en su habitación de Cedimat, nos damos cuenta de lo débiles que somos ante la enfermedad de un ser tan especial.
Estamos agradecidos infinitamente de Dios Todopoderoso, de los doctores y enfermeras que la atienden, de los amigos y familiares que se han mantenido pendientes, día a día, de la evolución de nuestra madre, a la cual no le han faltado las cadenas de oraciones tanto en República Dominicana como en el mundo.
Gracias a todos.
Aybar , usted puede con eso, gracias a dios se esta recuperando, pero la vida es asi y una madre es una madre y mas si es tan luchadora , pero pa' la te que tiene mucha gente que lo quiere.
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