¡Qué imperfectos somos!
Al ver las primeras informaciones sobre el asesinato de 32 personas en la Universidad Politécnica de Virginia, a manos del joven surcoreano Cho Seung-Hui, de apenas 23 años, con la capacidad de asombro ya destruida por las fatales y denigrantes noticias con las que tenemos que convivir en estos tiempos tan convulsos busqué sin ningún resultado los por qué de este hecho.
Solo logré sumirme en una profunda tristeza, la capacidad de raciocinio se pierde y las experiencias no bastan para encontrar una respuesta rezonable a esta masacre.
El luto, el dolor, la tristeza, el vacío hacen su aparición, no importa qué tan distantes nos encotremos del lugar de los hechos, si conocemos o no a las víctimas y sus familiares, el dolor ante la tragedia es universal.
Y es cuando aparece un nombre capaz de hacernos entender que situaciones como ésta tienen su génesis en la mala dirección del hombre de hoy, en el desvío de los verdaderos propósitos con que fuimos creados, en la degradación en que están sumidas las sociedades.
Ese nombre es Dios... aparece ante la sorpresa de quienes vivieron la tragedia, ante la partida de los que murieron, ante la soledad de quienes los perdieron, ante las preguntas huérfanas de respuestas.
Dios es sólo la respuesta en este momento de tanto dolor.
El mundo todavía está atónito ante esta tragedia que nos restrega en las caras lo imperfecto que podemos ser ante la valoración de la vida.
Dios...
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