18 mayo 2011

Testigo

En busca de...


“Como periodista he tratado de hacer dos cosas: Decir la verdad y no herir a nadie. Nunca he podido hacer ambas cosas a la vez”. (Ausencia de malicia).



El siempre irreverente cantautor español Joaquín Sabina, poeta de poetas, asegura en “Con la frente marchita” que “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”. Anoche, escuchando esta canción y rebuscando entre escritos viejos, llegó a mis manos una entrevista que le realicé

hace unos años a un merenguero de esos que tuvieron su tiempo y espacio y hoy continúa vigente gracias a la calidad que exhibe. En ese momento el merenguero, del cual me reservaré el nombre, pasaba por una profunda tristeza. La entrevista presentaba a un hombre feliz, famoso, exitoso, ejemplo a seguir, pero en lo personal, decía él, se sentía vacío, esa fama y todo lo que conlleva no lo satisfacía.

Hace unos días le recordé ese trance y con orgullo me dijo que después de mucho batallar aprendió a encontrar la felicidad dentro de sí. Anoche, al releer la entrevista recordé este pasaje que leí recientemente:

“No se sabe a ciencia cierta pero se ha escuchado por ahí que al principio de los tiempos el Creador se sintió solo y decidió crear unos seres que lo acompañaran, pero hete aquí que un día descubrieron la llave de la felicidad, emprendieron el camino de la divinidad y se refundieron con El.

Dios, de nuevo solo, se sintió triste, meditó y decidió crear al ser humano pero ocultando la llave de la felicidad. Pensó que un buen sitio sería las cumbres de las montañas más altas, pero lo desechó al imaginar que un día los hombres las escalarían. Ideó dejar escondida la llave de la felicidad en los fondos abismales de los océanos, pero lo descartó al intuir que un día esos seres humanos descenderían hasta esas profundidades.

Consideró trasladar la llave a alguna estrella del inmenso cosmos pero dudó y concluyó que algún lejano día el ser humano exploraría el universo y encontraría la llave de la felicidad. Al poco tiempo el Divino supo con seguridad que había encontrado el único lugar donde el ser humano jamás buscaría la llave de la felicidad: dentro del hombre mismo. Creó al ser humano y en su interior depositó la llave de la felicidad”. (“La llave”. Tomado de la obra ¿Qué se le puede pedir a la vida?/Javier Urra).

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