Javier Herrero.
Madrid. EFE. Quizás son muchos años las tres décadas de ausencia de los escenarios madrileños de Charles Aznavour, pieza clave de la canción francesa, que ha intentado enmendar esta noche ese lapso generacional y demostrar que, pese a no llenar el recinto, su pertinaz vocación musical está muy vigente a los 91 años.
Algo más de 4.000 personas de 5.000 posibles, la porción no desmemoriada de Madrid, ha asistido hoy a su recital en el Barclaycard Center (antiguo Palacio de los Deportes) menos de un año después de su triunfal paso por el Liceu de Barcelona.
Madrid. EFE. Quizás son muchos años las tres décadas de ausencia de los escenarios madrileños de Charles Aznavour, pieza clave de la canción francesa, que ha intentado enmendar esta noche ese lapso generacional y demostrar que, pese a no llenar el recinto, su pertinaz vocación musical está muy vigente a los 91 años.
Algo más de 4.000 personas de 5.000 posibles, la porción no desmemoriada de Madrid, ha asistido hoy a su recital en el Barclaycard Center (antiguo Palacio de los Deportes) menos de un año después de su triunfal paso por el Liceu de Barcelona.
Un rápido vistazo al graderío bastaba para confirmar que esta vez los rostros jóvenes representaban una proporción ínfima y se constataba a su vez que, para ellos, Francia está muy cerca geográficamente, pero muy lejos en lo cultural, con el idioma casi borrado de las escuelas frente a la prevalencia del inglés a pesar de lo mucho que se le debe, también en lo musical.
¿Qué sería de la canción melódica, no solo de la gala, sino también de la española, sin este pequeño gran hombre que ha compuesto más de 1.000 canciones en sus 65 años de carrera, títulos como "She" o "La boheme"?
Escuchar a Aznavour es recalibrar a Raphael, a Julio Iglesias, a Nino Bravo, a Dyango... pero es también viajar al origen de los arreglos sinuosos de La Casa Azul o a la burbuja más intimista de Pablo Alborán.
"Supongo que ningún promotor pensó que fuese buena idea traerme", dijo en Madrid hace solo unos meses cuando vino a presentar el último álbum de una discografía inabarcable, "Encores", publicado esta semana.
"Supongo que ningún promotor pensó que fuese buena idea traerme", dijo en Madrid hace solo unos meses cuando vino a presentar el último álbum de una discografía inabarcable, "Encores", publicado esta semana.
Que decidiera llamarlo así ("bises", en español) parece una muestra más del sentido del humor que siempre ha mostrado, una burla al tiempo al que continuamente ofende este hombre que en un par de semanas cumplirá 91 años y que parece negarse a decir adiós a "Su juventud" (como una de las bellas piezas que ha interpretado esta noche).
Aznavour es capaz de solventar una hora y 45 minutos aproximadamente de concierto sin parones, con dignidad, finura y gusto al cantar, la cabeza lúcida y la voz mayoritariamente compacta, sorprendente en algunos pasajes en los que es capaz de sostener las notas con desenvoltura.
Cuando camina se hace más evidente su edad física, pero aún así entra en escena a paso lento en un completo silencio bajo el foco. "Yo fui viejo siendo joven, cuando me tenía que preocupar por sobrevivir", señaló a Efe. Ahora no. Ahora Aznavour disfruta. El escenario es su territorio, suele decir.
La memoria también le falla, por eso no actúa ya en cine (suyos son títulos míticos como "Tirad sobre el pianista", "El tambor de hojalata" o "Ararat"), pero en los conciertos lo solventa con un sistema que le recuerda las letras (al menos él lo reconoce, suele argumentar).
Con ocho músicos sobre la tarima que nunca le tapan, arranca su concierto como acostumbra, con "Les Émigrants", exaltando los orígenes armenios que siempre ha llevado por bandera.
Tarda poco en disculparse por el escaso español que habla, a pesar de los muchos temas que a lo largo de su carrera ha traducido a este idioma. Esta noche, por ejemplo, han sonado "Te espero", "Quién", "Dime que me amas", la famosa "Venecia sin ti" o "El barco ya se fue", un tema que en el pasado interpretó con Plácido Domingo.
Entre los momentos más emotivos destaca "Je voyage" junto a su hija Katia, que le acompaña desde hace años en las giras, o "Comme ils disent" (la "primera canción sobre la homosexualidad, escrita 30 años que cualquier otro artista", suele presumir).
También "Il faut savoir", "Ave María", con su derroche de energía final, o la brevísima "She", revitalizada por Elvis Costello para la la película "Notting Hill", marcan hitos importantes entre piezas orgullosamente melancólicas, cortes en los que subraya su faceta de "crooner", como su amigo Frank Sinatra, o chispeantes arreglos como los de "Desormais".
Cuando camina se hace más evidente su edad física, pero aún así entra en escena a paso lento en un completo silencio bajo el foco. "Yo fui viejo siendo joven, cuando me tenía que preocupar por sobrevivir", señaló a Efe. Ahora no. Ahora Aznavour disfruta. El escenario es su territorio, suele decir.
La memoria también le falla, por eso no actúa ya en cine (suyos son títulos míticos como "Tirad sobre el pianista", "El tambor de hojalata" o "Ararat"), pero en los conciertos lo solventa con un sistema que le recuerda las letras (al menos él lo reconoce, suele argumentar).
Con ocho músicos sobre la tarima que nunca le tapan, arranca su concierto como acostumbra, con "Les Émigrants", exaltando los orígenes armenios que siempre ha llevado por bandera.
Tarda poco en disculparse por el escaso español que habla, a pesar de los muchos temas que a lo largo de su carrera ha traducido a este idioma. Esta noche, por ejemplo, han sonado "Te espero", "Quién", "Dime que me amas", la famosa "Venecia sin ti" o "El barco ya se fue", un tema que en el pasado interpretó con Plácido Domingo.
Entre los momentos más emotivos destaca "Je voyage" junto a su hija Katia, que le acompaña desde hace años en las giras, o "Comme ils disent" (la "primera canción sobre la homosexualidad, escrita 30 años que cualquier otro artista", suele presumir).
También "Il faut savoir", "Ave María", con su derroche de energía final, o la brevísima "She", revitalizada por Elvis Costello para la la película "Notting Hill", marcan hitos importantes entre piezas orgullosamente melancólicas, cortes en los que subraya su faceta de "crooner", como su amigo Frank Sinatra, o chispeantes arreglos como los de "Desormais".
La vitalidad folclórica de "Les deux guitares" marcan el inicio del final, que redondea con algunos de sus clásicos más importantes, véase "Venecia sin ti", la imprescindible "La Boheme" (la que más aplausos arranca), aunque se echa en falta su tradicional cierre con "La mamma", tema que no interpretó esta noche en Madrid. A la vejez, viruelas. El próximo 24 de octubre, San Sebastián será la próxima ciudad española en comprobarlo.
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