TESTIGO
José Antonio Aybar F.
aybarjo@gmai.com
El talento no siempre va de la mano con la inteligencia.
Un artista talentoso que, por demás es inteligente, tiene en sus manos las llaves para abrir puertas insospechadas.
El artista maleducado, sin formación hogareña, que viola los cánones establecidos, es capaz de tomar acciones propias de un delincuente.
No basta la popularidad y la fama ganada con los años, cuando llegado el punto donde su ego se siente afectado no tiene la capacidad para hacer uso de un momento de inteligencia y evitar pasar el límite de lo correcto.
Es así como de golpe y porrazo se cae el velo y deja al descubierto un ego revestido de odio, envidia, irrespeto y maldad.
Esa poca o nula inteligencia los invita a hacer uso de acciones ilegales para saciar ese ego alimentado de maldad y acechanza, sin importar a quienes afecte con sus acciones, aún se trate de quienes siempre, en sus peores momentos, le tendieron las manos.
Entonces es cuando el santo cae ante su propia turbulencia y nos deja ver el verdadero corazón de quien se vendió ante la opinión pública como un dechado de humildad.
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