José Antonio Aybar F.
aybarjo@gmail.com /@testigo
El barro es una mezcla semilíquida de agua y tierra compuesta por sedimentos, partículas de polvo y arcilla.
Con el barro se han fabricado “ídolos” que no soportan el roce de una mínima cantidad de agua, porque el solo contacto los hace desmoronar.
El proceso se da en igual proporción cuando se trata de los “ídolos de barros” fabricados a la cañona, a fuerza de estrategia del marketing, de relaciones públicas, amiguismo y papeletazo limpio. El talento es lo de menos.
Con los años hemos visto desmoronarse a “ídolos” creados de esta manera, y en un abrir y cerrar de ojos han desaparecido.
Los ídolos de barros son fabricados en laboratorios, y llegan con etiquetas de no trascendencia, desechables y de fácil sustitución.
La música dominicana, vapuleada por los últimos “fenómenos artísticos”, surgidos al amparo del tergiversado “movimiento urbano”, ha padecido los embates de la incultura y las imposiciones de ciertos muchachos que le han sido arrebatados a importantes, necesarios y honorables oficios como la plomería, la albañilería, la electricidad y la jardinería.
Y no es que menospreciemos estos dignos oficios, es que muchos de esos “talentos” llegarían a convertirse en científicos de los mismos, comparados con sus penosas y frustrantes “ofertas musicales”.
Los acontecimientos recientes, protagonizados por estos falsos ídolos, llaman a un sincera reflexión de quienes, desde los medios de comunciación de masas, tenemos la posibilidad de participar en la creación del molde que junto a la arcilla da vida a ese ídolo.
No formemos parte de esa fábrica de inmundicia que ha parido ciertos “fenómenos” que hoy, con sus malas acciones, deshonran ese movimiento urbano que todavía cuenta con dignos representantes.
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