Avanzar sin atropellar es uno de los mandatos que el ser humano ha ido echando a un lado en su transitar por un mundo cada vez más egoísta y competitivo.
Vivimos en una sociedad donde las relaciones personales van perdiendo la batalla frente a los avances tecnológicos.
Las redes sociales como canales mecánicos de comunicación han sustituido el apretón de manos, la mirada sincera, el abrazo franco.
Y en esa vorágine muchos nos dejamos envolver, sin darnos cuenta de que poco a poco vamos perdiendo el verdadero sentido de la vida.
Que la familia y los amigos van ocupando un lugar distante en una relación que lejos de ser humanizada es automatizada, simulada.
Avanzamos, y en ese avance, nos llevamos todo, y a todos, por delante.
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