José Antonio Aybar F.
aybarjo@gmail.com
La Gran Paola ya tiene 10 años de edad y por más que su madre y yo nos empecinemos en tratarla como una pre adolescente, su comportamiento nos obliga a pensar que tiene más edad mental que muchos jóvenes o adultos de hoy.
Según los especialistas de la conducta durante este período los niños comienzan a relacionarse con un grupo social más amplio y a comprender la influencia social. Comienzan a desarrollarse cognoscitivamente, conociendo el poder del intelecto sobre la emoción.
A esta edad la manipulación, o el intento, se manifiesta a cada momento cuando el protagonista quiere salirse con las suyas.
Traigo esto a colación por las preguntas sobre la política del patio que a cada momento nos hace Paola, movida por la curiosidad que le despiertan ciertos comportamientos de nuestros políticos, sobre todo el de la clase dirigencial.
El pasado sábado se reía frente al televisor, de tal manera que llamó mi atención. Se trataba de que veía uno de los tantos spots absurdos, faltos de creatividad y provocadores de risa con los que, a cada segundo, nos bombardean los partidos políticos, “promoviendo” sus candidatos.
Se reía por lo poco convincente que resulta el spot televisivo, provocando más risa que la venta del candidato. Desde entonces no he dejado de pensar en la risa contagiosa de Paola y se acrecienta cuando veo, escucho o leo a tantas figuras y figurines de la política doméstica tratando de convencer al electorado con los mismos argumentos que yo esuchaba cuando tenía la misma edad que hoy tiene mi hija.
Paola se ríe de lo poco convincente del spot, yo me río de lo añejo del discurso. (Columna Testigo/El Nacional).
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