Publicado en la revista Bureo del periódico El Caribe.
Gracias a Moisés Balbuena por tomarnos en cuenta.
José Antonio Aybar F.
Desde niño tengo buen oído para la música, con
el agravante de que esa condición no se tradujo en una buena voz, para el
canto. Soy melómano empírico. Desde muy pequeño aprendí a “codearme” con
artistas de voces y estilos que para estos tiempos casi no nacen, se hacen. Ese
contacto con la buena música, romántica, primero, revolucionaria y social, más
luego, acompasada y bullanguera después, creó una fusión en mis gustos
musicales que moldearon mi espíritu romántico, comprometido y alegre, del que
me siento muy orgulloso. Durante muchos años, creo que todos los que tengo de
vida, cada mañana de domingo, cuando Morfeo me abandona, una reminiscencia de
mi hogar de infancia se apodera de mi, dando paso al mismo retrato: todavía
debajo de la sábana, llega hasta mi habitación el olor a café recién colado por
mi madre doña Consuelo; acompañada de la buena conversación de mi padre
Alfredo, mientras en la radio escucho a don Guillermo Henríquez dando la
bienvenida a “Una sombra, una voz y una
guitarra” con José Feliciano, justo después del buen sabor que me dejó el
programa anterior, Cita con el Trío Los Panchos. Uno de esos domingos llegó a mi hogar un Lp,
de la mano de mi hermana mayor, Norma, que dictó las reglas de nuevos caminos
en mis gustos: Felipe Pirela, de una voz privilegiada que me conquistó desde
entonces. Horas después de llegar este disco, José Antonio Lara, novio,
entonces, hoy esposo, de mi hermana, me introdujo en el fascinante mundo de
Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel San José, Patxi Andión, Los Guaraguao,
Expresión Joven, Ana Belén y un largo etc…La adolescencia se encargó de
enseñarme el buen merengue…La juventud, la música disco, el pop, el rock y la
buena bachata…Hoy, soy una mezcla de todo. Sin duda, un melómano desde
chiquitico.
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